Mi hijo, Santiago Reyes quien tiene 3 años y medio, ha recibido durante el mes de diciembre 13 regalos de distintas organizaciones benévolas y sociales, que se encargan de ayudar a los nuevos inmigrantes y a quienes aún estamos en la ayuda social. (Si, aún estamos en la ayuda social). Mi esposa, mi mamá (se los envió desde Colombia), algunos amigos y yo, le regalamos otros 8, para un total de 21.
Mi "chiquitin" destapó todos sus juguetes con mucha emoción y ansiedad, pero luego de jugar 5 minutos los ha dejado a un lado con una indiferencia terrible, como si se hubiera cansado de ellos; al rato lo veo jugar entretenido y contento con unos tarritos vacíos y viejos de plastilina que le compre en el verano. Con ellos hace torres, puentes, los utiliza como telescopio para jugar a los piratas, como balones, habla con ellos, son naves espaciales, dragones y no sé que mas formas y papeles desempeñan estos tarritos en su fantástico mundo; mientras los legos, las pistas de Hot wheels, los juegos didácticos de Fisher-price, las figuritas de los personajes de Disney, los carritos a control remoto y todos lo demás que le regalaron o le compre para que se diviertiera, permanecen esperando en un rincón de su habitación a que Santiago se digne a jugar con ellos. Presiento que muchos tendrán que irse de nuestra casa en la venta de garaje del próximo verano.
Si esta anécdota obliga una moraleja diría: "Son las cosas simples las que hacen la felicidad, las cosas sencillas las que despiertan nuestra creatividad y no siempre un juguete costoso es el mas divertido".
Cuando tenía 4 ó 5 años (estaba muy pequeño para recordar la edad exacta), mi papá me hizo un carro de madera, no era que él fuera carpintero o trabajara en el ramo, pero su ingenio y su paciencia lo llevaron a crear para mi un juguetito espectacular, que aún me emociona cuando lo recuerdo. Ese fue durante muchos años mi juguete preferido, era mi mundo. A caso usted no recuerda el juguete de su infancia?.