El año pasado volví a ese lugar de mi infancia, los busqué con los ojos y con los oídos, y en 3 días solo escuche 2 sapos cansados que gritaban solos y vi una sola luciérnaga que alumbró por allá lejos en el potrero que ahora tiene un pasto importado y que ya no es tan alto ni abundante. El rocío, los sapos, las ranas, los grillos y las lucecitas flotantes desaparecieron.
Hoy vivo Alberta, y por más ecológico que algunos piensen que Canadá es, en esta provincia ese asunto no les importa. Aquí hay algunos que protestan por los impuestos que les ponen a las camionetas que más contaminan, se molestan cuando les ponen impuestos a los ricos y creen que las vacunas es una estrategia para controlarnos. He visto profesores que no creen en el cambio climático, en general se perciben como conservadores.
La economía de esta región depende del aceite y del gas, y es tan rica que no necesita impuestos provinciales. La industria del petróleo es el corazón de la provincia.
Quebec es una región más liberal, promueven el uso de la bicicleta, el transporte público y se pagan muchos impuestos, allí no hay tanto petróleo. La diferencia con Alberta es notable. En Quebec el medio ambiente es importante.
Pero ahora vivo aquí, y no se que hacer con mi bolsita de baterías viejas, he estado tentado varias veces a tirarlas a la basura, supongo que aquí todo el mundo hace eso, pero en el último instante me detengo y las devuelvo a la gaveta. La vez que más cerca estuve de soltarlas de mi mano y dejarlas ir, volví a sentir el canto de las tardes frías de mi infancia y no tuve el corazón para callarlo.
Un día volveré a Québec, cuando regrese las llevaré para dejarlas en algún lugar autorizado. Espero no morir antes porque temo volverme un fantasma flaco que va de sitio en sitio con una bolsita en la mano.
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